
Cinco Pautas Para Seleccionar Comidas Que Sean Buenas Para Su Salud Y El Medio Ambiente
Desde el punto de vista nutricional, una cocina equilibrada, como la atlántica o la mediterránea, tiene numerosos beneficios para la salud, ya que ayuda a moderar y atenuar los efectos nocivos de diversas enfermedades.
Cuando consumimos artículos amigables con el medio ambiente, podemos contribuir al bien colectivo y ayudar a cuidar la tierra, porque es importante recordar que la producción y el consumo de alimentos tiene un impacto ambiental significativo. Para cuantificar dicho impacto se pueden utilizar dos métricas: la huella de carbono y la huella hídrica.
Las huellas de carbono y agua son dos cosas diferentes.
La huella de carbono es una medida de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que se define como la cantidad de dióxido de carbono equivalente producido por un producto a lo largo del tiempo durante su ciclo de vida (extracción, producción, envasado, transporte, consumo y gestión de residuos).
La industria alimentaria, junto con los sectores de la energía y el transporte, es una de las actividades antropogénicas que más GEI produce. Actualmente, el Acuerdo de París tiene como objetivo reducir todas estas emisiones al exigir que cada país se comprometa a una reducción significativa.
La huella hídrica, por otro lado, mide la cantidad total de agua dulce requerida a lo largo de la cadena de valor para generar las cosas que normalmente consumimos. Según la FAO, la producción de alimentos representa el 70% de la huella hídrica mundial.
Ambas huellas tienen un amplio rango de valores según el sistema de producción y el tipo de alimento:
Las frutas tienen una huella de carbono de 350 g CO2(eq)/kg y un impacto hídrico de 900 L/kg, respectivamente.
Las legumbres y hortalizas tienen un promedio de CO2(eq)/kg y 250 L/kg CO2(eq)/kg.
La leche y los productos lácteos tienen valores que son un orden de magnitud mayor, con un promedio de 1500 g CO2(eq)/kg y 1000 L/kg en promedio.
Se pueden encontrar diferencias específicas de especie en pescado y carne. Las sardinas, por ejemplo, tienen 360 g CO2(eq)/kg, el bacalao 1500 g CO2(eq)/kg, el pollo 3000 g CO2(eq)/kg y la ternera 9000 g CO2(eq)/kg
Cómo seleccionar los alimentos más ecológicos
Disponemos de una amplia oferta de alimentos con funciones y características nutricionales similares una vez determinada la dieta adecuada a nuestro estilo de vida, edad y estado de salud. Entonces es el momento de ofrecer cinco pautas simples y directas para implementar en nuestro consumo diario que, en general, nos permitan asegurar que el impacto ambiental de los alimentos que consumimos se minimice.
Examina los orígenes de la comida. Anunció un enorme sistema francés de distribución de alimentos con el lema “Moins de transit, moins de CO2” (Menos transporte, menos CO2). Bajo esta premisa surge el concepto de concienciación Km 0, que consiste en identificar los alimentos producidos en un radio de 100 kilómetros del punto de consumo, sirviendo así de convocatoria para promocionar los productos locales.
Investigue el embalaje. El contenedor tiene una mayor influencia que la sustancia la mayor parte del tiempo. Los envases pueden tener un alto nivel de intensificación material (sobreenvasado) y energético (consumo de combustibles fósiles en su fabricación). Elegir artículos con embalaje mínimo y biodegradable siempre es una buena opción para el medio ambiente.
Respetar las fechas de caducidad de los productos. Según los ciclos naturales de producción, se relaciona con cada estación del año y cada lugar del globo. Se logra una gran reducción en la huella de carbono y agua mediante la coordinación de las condiciones climáticas y los métodos de fabricación.
Esté atento a las etiquetas ecológicas. Pueden certificar y garantizar que se cumplen estándares ecológicos específicos, lo que permite la promoción e implementación de estas tácticas de marketing. Si bien es cierto que la aplicación de estos cuatro criterios estará influenciada por la oferta, el objetivo final es influir en la oferta con nuestra demanda.
Se debe minimizar el desperdicio de alimentos. Esta quinta y última directriz depende totalmente del consumidor. Considere la cantidad de materia y energía que se requiere para que los alimentos lleguen a nuestros refrigeradores y gabinetes, solo para ser desperdiciados porque no se consumen. Una mejor comprensión de este problema podría ayudar a reducir el desperdicio promedio actual en nuestros hogares.
Una disminución del 50% en el desperdicio doméstico de alimentos puede resultar en emisiones anuales de medio millón de toneladas de CO2(eq) y 510 Hm3 de agua en España (asumiendo que el precio medio de mercado de CO2 en 2020 fue de 24,75 €/tonelada, lo que representaría bonos por valor de 12 millones de euros) (prácticamente el consumo anual de agua de Berlín y Madrid).
Ya es hora de que cada uno de nosotros demos nuestro granito de arena a la responsabilidad ambiental del planeta.
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